Todo
el equilibrio,
Quietud,
Y
armonía, durmió en el pasado para no volver.
La
creación paciente,
Se
colmó de rabia,
Por
acto inhumano llego a enfurecer.
El frío punzante penetra la entraña,
Envuelve a las cosas,
También a cada ser.
Negro a los lejos,
Blancuzco, polvoriento desciende;
Y hasta el más fuerte,
Estremece ante él.
La naturaleza vence,
Ante ella, el hombre;
Poco puede hacer.
Rojizo y oro conjugan,
Colorea el cielo,
Al amanecer.
Amigable al principio,
Para luego arder,
Quema con sus rayos,
Castiga la piel,
El rubio,
Astro rey, se airó también.
A veces la noche
Vestida de brillos
Presenta un concierto de luz y de color.
Y otras veces oscura
Severa,
Temible;
Impone cual gala,
De inmenso pavor.
Cuando al fin se rinde,
Ante los encantos,
Del sutil aroma,
Del amanecer;
Con trinos y cantos,
El crepúsculo asoma,
En tanto la noche,
Se va a guarecer.
Y aún de día,
Se han visto horrores
Castigos implacables de la creación
Por nuestros errores,
Desdén e inconsciencia corremos el riesgo de la
destrucción.
La naturaleza responde cual madre,
Según la conducta del hijo al andar,
A veces apacible,
Otra implacable,
Mas todo pretende al fin educar.
He ahí, El hombre;
La obra maestra de aquel hacedor,
No tiene conciencia de su negligencia,
No entiende el mensaje,
Pierde la razón,
Por buscar más gloria que su creador.
Paola Fretes.
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